Caída



Era temprano, una mañana nublada y sin sol.
Caminaba con la cabeza gacha, en un intento por protegerse del frío, distraído, imaginando lo que le esperaba ese día. Pensaba en todo, planeaba todo, cada cita, cada palabra. Así había sido siempre, todo en perfecto orden y siempre bajo su control. Todo.
Cuidado”, escuchó un segundo antes de sentir que algo se estrellaba contra su cuerpo, enviándolo de espaldas al piso y sin poder evitar el golpe en la cabeza.
Abrió los ojos confundido, la cabeza palpitante y sintiendo una presión extraña en el pecho.
Intentó levantarse y al hacerlo se encontró con que otro cuerpo yacía sobre el suyo. Levantó un poco la cara en un esfuerzo por ver a quien tenía encima y así, hacerse una idea de cómo había llegado hasta allí.
El rostro arrebolado que lo miraba parecía debatirse entre la vergüenza y la diversión. Era una cara amable, con ojos vivaces, de un tono café similar al del caliente brebaje que había tomado esa mañana, casi negros, ojos que parecían contener el universo entero en su interior. Se hizo consciente de la cercanía de los labios entreabiertos y sintió sobre su piel, el suave roce de la respiración entrecortada de la chica.
Su propio pecho subía y bajaba en forma agitada, permitiéndole adivinar el contorno de los senos redondos y firmes contra los que se presionaba, llevándolo a imaginar el tacto que tendrían sin la presencia de la ropa, su redondez y el peso que tendrían sobre sus palmas.
En forma inconsciente y sin apartar su mirada de aquel rostro, dejó que sus manos se movieran por aquella espalda delgada, anticipando el tacto firme de los glúteos.
Bajó despacio, llevado por la curiosidad. Bajo sin pensar en nada más que no fuera aquello que sentía en ese momento: el cosquilleo sobre su piel, la calidez de la respiración ajena golpeando su mejilla, el leve mareo que le provocaban aquellos ojos mientras lo veían casi suplicantes.
Evocó el suave tacto de la piel desnuda en contraste con lo burdo del pasto y el suelo sobre el que estaban. Sintió un aguijonazo de deseo mientras se imaginaba rompiendo las ropas de aquella joven y tomándola allí mismo, tal como ocurrió antes, con otro cuerpo, igual de joven pero de otro sexo. Recordó el día, y casi gimió de placer. Lo recordó años atrás, cuando vivía encerrado entre muros altos, sermones y lamentos.
Bajó despacio, sin apartar la mirada de la boca sonrosada, abriéndose y cerrándose en forma cadenciosa, tentadora, mientras imaginaba la lengua caliente y resbaladiza, los labios y su humedad oculta.
Un par de segundos pasaron antes de que su cerebro reaccionara y pudiera procesar los sonidos que lo rodeaban, descubriendo las palabras que contenía.
El sonido de una voz lo trajo del todo a la realidad, y a lo incómodo de la situación.
-Disculpa, no te vi. ¿Estás bien?
La miró confuso, y sintió como el rubor se apoderaba por completo de su rostro.
Sin responder, se levantó presuroso, echándola al piso en el proceso, y siguió su camino. La cabeza gacha y los brazos cruzados sobre el pecho, en un intento por apaciguar su propia respiración y de paso, sus pensamientos.
Entró al despacho agitado, las manos y la cabeza aún calientes pese al frío de la mañana.
Se quitó el abrigo y con paso lento se dirigió al baño, los rastros de tierra que manchaba sus manos lo hacían sentir sucio. Las enjabonó despacio, a conciencia, tomándose el tiempo para frotar cada dedo y cada uña, hasta que desapareció cualquier rastro de suciedad.
Levantó la cara y al ver su imagen reflejada en el espejo, sintió culpa.
El recuerdo del tacto de aquella piel, el aliento dulce, la suavidad y firmeza de aquel cuerpo sobre el suyo. La respuesta de sus propios miembros…
De nuevo la lujuria, pensó al tiempo que se acomodaba el alzacuello y abría la pesada biblia para orar. Perdóname Padre porque he pecado...




Kelly José

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